Documento del Frente Gremial

Publicado en por Proyecto Sur Malvinas Argentinas


     De la rebelión popular del 2001, surgió una Argentina quebrada, donde crecieron dramáticamente los niveles de miseria y exclusión: millones de compatriotas fueron empujados sin piedad al abismo de la degradación social. Asistíamos, impotentes, al epílogo de la tragedia de los noventa, donde las leyes del mercado liquidaron hasta el último resquicio de la dignidad nacional y los derechos sociales. De una Argentina con justicia social y soberanía, en el marco de un proyecto nacional de independencia económica e integración continental, surgida del primer peronismo (1946-1955), sólo quedaba la añoranza de antiguas generaciones.

     El vaciamiento institucional que provocó esta pueblada potenció la multiplicidad de las acciones de protesta social que se venían dando en el campo popular con singular creatividad resistente: movimientos asamblearios; piquetes y cortes de ruta; toma de establecimientos públicos y privados; conflictos obreros contra las patronales ante la traición de las jerarquías sindicales con complicidad estatal; organización de movimientos de desocupados; recuperación de empresas quebradas y abandonadas por los capitalistas; incursión violenta en los municipios ante el abandono de la población.

     En mayo de 2003, surgió la Era Kirchner, montado en un falso ropaje de ex militante de la izquierda peronista, logró sensibilizar a importantes capas de la sociedad mediante la ejecución políticas que tocan profundamente el sentimiento popular: Leyes de Obediencia Debida y Punto Final, reforma en las Fuerzas Armadas, cambios en la Corte Suprema, clausura de la Esma, etc., otorgando a la política de derechos humanos prioridad y razón de Estado.

     Esgrimiendo las banderas de una concepción nacional y popular logró importantes éxitos al integrar a corrientes movilizadoras del reclamo social, llegando a cooptar a líderes de organizaciones populares que se habían destacado por enarbolar banderas de resistencia al modelo y el apoyo deliberado de la CGT de Hugo Moyano y sectores de la CTA.

     Durante su mandato, no modificó la matriz concentradora de la economía en las principales áreas del capitalismo local enancado en las teorías de un desarrollismo neoliberal dependiente de la hegemonía del capital financiero internacional.

     El cambio de guardia, a cargo de la señora Cristina Kirchner, mantiene con fidelidad absoluta las líneas directrices de su antecesor, pero la magnitud de la crisis mundial que corroe la economía en nuestro país, resquebraja todo intento de cooptación estatal ante el debilitamiento de las arcas para distribución asistencialista, prefigurando un horizonte sombrío para hacer frente al conflicto social.

     La derrota electoral del 28 de junio, le asestó un mazazo demoledor al sostenimiento del modelo de transacción económico sin control, favoreciente de los grupos más concentrados del capital, en desmedro de los sectores populares y de vastos sectores de la producción en un combate sin cuartel a las fuerzas del trabajo, cada vez más acorraladas para la obtención de mayor plusvalía empresarial.

     Los sectores del capitalismo concentrado le exigen al gobierno mayores créditos y subsidios que éste ya no les puede ofrecer en razón del déficit fiscal y la caída de superávit comercial. La nueva relación con el FMI le exige recesión, reducción del gasto público, congelamiento salarial y pago de compromisos externos.

     La impotencia para resolver el conflicto social, coloca al gobierno en la situación de mostrar su verdadero rostro: criminalizar y reprimir los reclamos laborales como sucedió durante el conflicto con la empresa Kraft. Con estas medidas de auxilio al capital, caminan por una misma vereda, el gobierno y toda la oposición liberal.

     Esta situación hace emerger la contradicción entre las corporaciones del poder empresario y la finanzas, a fin de determinar si es el gobierno o la oposición quien le garantiza la supervivencia explotadora. La Sociedad Rural y las agroexportadoras, junto a la diatriba de los sectores más reaccionarios de la Iglesia y la acción desembozada de los medios de comunicación exacerbando el cuadro de la inseguridad y la violencia social, computan a su favor el descrédito ascendente y la debilidad del gobierno para crear las condiciones de una salida anticipada.

     En este marco, la clase trabajadora es víctima de la más cruel ofensiva de violación de sus derechos sociales. La prueba más acabada de este escarnio es la supresión de los contenidos del más alto código de protección al trabajador que es la Ley 20.744 de Contrato de Trabajo, de mayo de 1974, creada bajo la inspiración del doctor Eduardo Centeno, asesinado por la Dictadura Militar en la tristemente célebre “Noche de las Corbatas” y suprimida en su esencia liminar por la Dictadura genocida de Videla y nunca restaurada por ningún gobierno de la etapa democrática hasta nuestros días, con el agravante de la profundización de la flexibilización y precarización del trabajo durante el menemismo y la Alianza, a través de los contratos “basura”, vigentes hoy en la esfera privada y -aún más vergonzoso- en los estados nacional, provinciales y municipales.

     Este tenebroso sistema de inestabilidad contractual es la herramienta más preciada de las patronales negreras para fijar el precio del salario. A través del ejército de desocupados, subocupados, destajistas, jornaleros a cama caliente, changuistas, peones de calle, convierten al trabajo en una mercancía de transacción miserable, creando las condiciones de fragmentación y desmovilización, con la deleznable categorización en activos, pasivos, calificados, precarizados, cercenando de esta manera las posibilidades de un encuadre político de pertenencia a una organización sindical incluyente en la estructura social.

     Hoy, el trabajo ha dejado de ser la actividad creativa y más noble del ser humano para convertirse en una maldición, jornadas agotadoras, insalubridad, falta de protección, enfermedades por falta de higiene y equipos apropiados para tareas riesgosas, trastornos psicológicos, incumplimientos de cláusulas de convenios, períodos vacacionales a conveniencia de la patronal, han pasado a ser práctica común en la mayoría de las fábricas y establecimientos. Hasta aparece la condición de no afiliación al sindicato para ingresar en la empresa o para seguir trabajando, pretendiendo sustituir la organización sindical por mutuales organizadas por las patronales, como en “La Serenísima” y las aceiteras en el cordón industrial de Rosario.

     Este retroceso del poder político de la clase trabajadora no es nuevo, desde los albores del movimiento obrero siempre hubo sectores que traicionaron en cada época. La dirigencia venal expresó las más diversas formas del pensamiento político. Pero siempre las mayorías triunfaron en la combatividad. Hoy, asistimos al control del movimiento sindical por una aristocracia obrera, que no sólo ha entregado las conquistas históricas de los trabajadores, que ni siquiera negocia en el terreno de la burocracia, sino que cumple el rol de gerentes de las cámaras patronales para impedir la lucha por la dignidad, creando las condiciones de la desindicalización y el desprestigio de la estructura gremial. Más allá de las claudicaciones, el sindicato continúa siendo la organización de masas más importante de los trabajadores y siempre será válido dar la batalla por su recuperación.

     Este es sólo un aporte inicial al debate que debe darse en el frente gremial del Movimiento Proyecto Sur, que es una de los ejes centrales de nuestra actividad política. Las corrientes populares que promovieron el ascenso social de las masas tuvieron en su seno, como protagonistas principales, a los trabajadores organizados. Hoy, cualquier fuerza que levante la bandera de la emancipación nacional, no escapará a ese destino.

Frente Gremial Proyecto Sur Pcia de Buenos Aires
frentegremialproyectosur@hotmail.com

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